¿Qué es peor, desayunar rápido alimentos no saludables o no desayunar?

Esta es una pregunta que suele aparecer en la consulta.  Nos alegra que el Dietista Nutricionista Aitor Sánchez, la haya contestado en su columna del pasado día 2 de abril en La Vanguardia 

Os reproduzco la opinión de el Sr. Sánchez, que en nuestra opinión es muy acertada-

«Es muy frecuente confundir la rapidez con la mala calidad, y no necesariamente tiene por qué ser así. Un desayuno puede ser rápido, incluso que lleguemos a hacerlo en movimiento y que sea perfectamente saludable. Por ejemplo si decidimos llevarnos un plátano o una mandarina por el camino mientras vamos al trabajo a nuestro centro de estudios, sería una fantástica elección adaptada a nuestras necesidades».

 

«Una pregunta quizás más pertinente podría ser: ¿Qué es peor? ¿Desayunar mal o no desayunar? Y la respuesta va a depender del contexto.

En un escenario como el nuestro, en el que hay abundancia de alimentos y que el resto de las ingestas están garantizadas, si somos personas a las que no les entra bien la comida a primera hora o bien que prefieren esperar para más adelante, no habría ningún problema en retrasar la próxima ingesta.

Solamente deberíamos tener especial atención si somos personas que están muy poco habituadas a salir de casa sin comer, y vamos a hacer actividad física. No porque sea malo hacer deporte en ayunas, sino porque hay gente poco acostumbrada.

Casi siempre será preferible demorar y tener unas buenas elecciones alimentarias, que no cumplir a rajatabla un horario con malos alimentos».

 

 

«Este es además una práctica muy poco extendida, y muchas familias se quedan tranquilas especialmente si hablamos de publico infantil, si los más pequeños de la casa han tomado bollería o galletas antes de ir al colegio. En cambio se contempla como «peligroso» ir al colegio sin desayunar. Por mucho que los niños vayan a estar sentados 3 horas delante de un pupitre sin actividad física. Nada más lejos de la realidad y es un miedo que deberíamos abandonar.

Hay muy pocos contextos en los que valga la pena tomar un alimento malsano antes que no consumir nada. Quizás en una isla desierta, o si llevamos cuatro días sin comer…»